Dame tus ojos, Madre,
para saber mirar;
si miro con tus ojos
jamás podré pecar.
Dame tus labios, Madre,
para poder rezar;
si rezo con tus labios
Jesús me escuchará.
Dame tu lengua, Madre,
para ir a comulgar;
es tu lengua patena
de gracia y santidad.
Dame tus manos, Madre,
que quiero trabajar;
entonces mi trabajo
valdrá una eternidad.
Dame tu manto, Madre,
que cubra mi maldad,
cubierto con tu manto
al cielo he de llegar.
Dame tu Cielo, Madre,
para poder gozar;
si tú me das el Cielo,
¿qué más puedo anhelar?
Dame a Jesús, OH Madre,
para poder amar;
esta será mi dicha
por una eternidad.
Súplicas a María - Robert
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